Una mirada a Leer el Caribe
El panorama de la literatura nacional parece ser uno en el que el monopolio del
valor simbólico y literario de las letras colombianas se encuentra cooptado por
algunos cenáculos, que también pudiéramos llamar revistas, cuyas visiones de la
literatura responden más al entramado de una “literatura mundial” que se
promueve desde las multinacionales del libro y sus lógicas de mercado. Ahora
bien, ese mercado es una zona áspera donde la retórica ha sentado plaza de buen
gusto y el lugar común goza de múltiples prosélitos y en el que la novela es la
promovida divisa oficial, mientras el cuento y, sobre todo el ensayo y la
poesía son relegados a meros sucesos marginales.
Sobre este hecho ha llamado la atención el que es nuestro mayor autor
vivo: Pablo Montoya, un escritor que abraza los distintos géneros y que habría
de recibir primero el entusiasmo de los premios internacionales que del medio
local predominante. En un ensayo titulado “La
novela colombiana actual: canon, marketing y periodismo”, Montoya afirma: “Así
como Hernando Téllez, a propósito del panorama literario de la primera mitad
del siglo XX, que prefería la poesía e ignoraba los otros géneros, decía que en
Colombia "hay un montón de versos pero muy pocos poemas". Hoy
podríamos afirmar que ante el papel glamuroso de la novela hay muchas páginas
escritas, sólo pasajes interesantes y no obras logradas.”
Montoya pregunta también “¿Qué pasaría si alguien, apoyado en los
principios de la exigencia estética y no en los del mutuo elogio o en las
presiones venidas de los consorcios editoriales, se dedicara a escribir una
recopilación de ensayos críticos sobre las novelas más exitosas de los últimos
años?” Su respuesta está implícita y es, ya esbozada, un juicio demoledor sobre
novelas como El ruido de las cosas al
caer o Tres ataúdes blancos,
entre otras, que él encuentra débiles y sostenidas por una crítica zalamera y
rimbombante. La aparición circunstancial de una novelística poco original no es
en sí mismo un asunto extraño o crucial. Después de todo, la literatura
memorable es más bien un hecho escaso y, salvo contadas excepciones, muy cercano
al silencio. Lo que a juicio de Montoya sí resulta alarmante es la marcada
inclinación editorial cuya “divisa es sacrificar la calidad por la cantidad”
con editores “indiferentes a propuestas genuinas y arriesgadas de la
literatura.” y la instalación de un imaginario colectivo en el que esta
narrativa llega a ser la quintaesencia estética y a fungir como canon oficial.
¿Qué tiene que ver el Caribe con todo esto? ¿Por qué es importante para
la historia que queremos contar? Pues bien, James English, en su ya clásico
libro The economy of prestige acuñó
el concepto de “desterritorialización del prestigio”, es decir: la incapacidad
que tienen los lugares periféricos para asignar valor simbólico a sus productos
y manifestaciones artístico-culturales y la derivación de este poder a
determinados centros de irradiación cultural. Así como hoy buena parte del
globo se encuentra en situación periférica respecto de Europa occidental y
Norteamérica, América Latina está atada a las disposiciones editoriales de una España
que, amparada menos en su literatura que en un poder de índole comercial, acaba
por determinar lo que sucede con las letras de este lado del charco, mucho más
logradas que las de la península. Una lectura muy aguda de este hecho es la que
realiza Jorge Locane en su libro De la literatura latinoamericana a la
literatura latinoamericana mundial.
Pero volvamos a Colombia.
Ya se habrá intuido la premisa de unas periferias situadas en el Caribe y
las demás regiones del país, respecto de los poderes culturales nucleados en
torno a algunos grupos que, para decirlo con palabras de Borges, practican
menos la crítica que una forma subalterna del brindis, y editoriales que,
retomando a Consuelo Triviño, desde el marketing y otros parámetros ajenos a lo
literario, segregan a la mayoría de obras experimentales, arriesgadas y
comprometidas con la literatura.
La conformación de un canon no es un hecho fijo sino más bien la
incesante disputa de distintos actores y escenarios que pujan por instalar su
criterio en la primera escala de valoración. Así, frente a este canon comercial
que Consuelo Triviño fecha desde la década del noventa, discurren otros con
diversas premisas: estéticas, temáticas o geográficas.
En Colombia, la tarea de configurar un canon regional que apele a un
hondo criterio estético, ha encontrado su punto más alto durante este siglo con
el programa Leer el Caribe. Un proyecto literario, editorial y educativo
originado en Cartagena, con el concurso de distintas entidades como el Banco de
la República, la Secretaría de educación, el Observatorio del Caribe, la Red de
educadores de lengua castellana o la Universidad de Cartagena. Por este proyecto
han pasado, año tras año, desde el 2003 a la fecha, algunas de las más
importantes figuras de la literatura del Caribe y colombiana, muchas de las
cuales han sido determinantes en las renovaciones de los distintos géneros en
el país, ya sea estos el cuento, el ensayo, la crónica, la novela o la poesía.
Leer el Caribe ha contado con: Germán Espinosa, Ramón
Illán Bacca, Roberto Burgos Cantor, Jorge García Usta, Gabriel García Márquez,
José Luis Garcés, Jaime Manrique Ardila, Óscar Collazos, Alberto Salcedo Ramos,
Hazel Robinson, Rómulo Bustos Aguirre, Fanny Buitrago, Álvaro Miranda, Alonso
Sánchez Baute, Julio Olaciregui, John Jairo Junieles y Manuel Zapata Olivella.
El programa, como puede sospecharse, al coincidir con esta suerte de
apogeo de un canon comercial, no ha recibido mayor atención por fuera de los
departamentos que conforman la región. Bastaría con citar un caso curioso para
dimensionarlo: los dos últimos premios nacionales que entregó el Ministerio de
Cultura, a saber, los de novela y poesía, recayeron en autores participantes
del programa: Roberto Burgos Cantor y Rómulo Bustos Aguirre. La parafernalia
desplegada por los medios culturales ante cada nueva edición de los
conglomerados editoriales es proporcional a su silencio frente a publicaciones
de esta índole. Esta especie de silencio no es en rigor algo que derroche importancia,
pero sí amerita nombrarse y dejar constancia de ello. En muchos sentidos hay un
canon invisible y esa es una historia que queremos contar.
Puedes ampliar este debate escuchando el programa ¿Canon In-visible? del podcast literario BibliotecaBizarra
BIBLIOGRAFÍA
James, F., & English, J. F. (2009). The economy of prestige: Prizes, awards, and the circulation of cultural value. Harvard University Press.
Locane, J. (2019). De la literatura latinoamericana a la literatura (latinoamericana) mundial. Condiciones materiales, procesos y actores. De Gruyter.
Montoya, P. (2014). La novela colombiana actual: canon, marketing y periodismo. Periplo colombiano. Bergamo, Bergamo University Press/Sestante Edizioni, 31-43.
Triviño, C. (2014). La narrativa colombiana anta el marketing: 1992-2012.Periplo colombiano. Bergamo, Bergamo University Press/Sestante Edizioni, 109-119
*Este texto forma parte de un especial dedicado a la literatura del Caribe colombiano, hecho gracias a la Beca de Crítica Cultural, del Ministerio de Cultura de Colombia.