Griezmann y Le Clézio: hombres de América.
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© Nahum Villamil Garcés |
Por Nahum Villamil Garcés
La Copa Mundial de las Letras continúa avanzando en las lejanas tierras
de Dostoievski, quien ya está preparando su encuentro de octavos de final
contra el equipo de Iniesta-Cervantes. De todos los fabulosos picados
literarios de esta nueva ronda, a nosotros nos compete presentarles el que
disputarán dos campeonas mundiales: Francia y Argentina.
Estas selecciones mantienen una extensa relación que abarca múltiples
facetas y bemoles. Bien haríamos en hablarles desde la generación del 37, la
influencia ilustrada, Rayuela, Mallarmé, Valéry o Lautréamont, pero el presente
nos impuso traerles unas impresiones sobre Antoine Griezmann.
Aclarando conceptos futbolísticos: Griezmann es el apodo de Jean-Marie
Gustave Le Clézio (1940). En nuestro especial sobre la selección argentina le
contamos los devenires de la bicampeona mundial, por ahora permítanos
referirnos a los galos. Le Clézio fue una inmediata figura de la segunda mitad
del siglo XX francés, y Griezmann de la segunda década del XXI. Ambos son dos
de los más prolíficos goleadores franceses y han asistido a las más relevantes
galas de la gloria: uno recibió el Nobel en el 2008, y el otro el Balón de
bronce del 2016.
La fulgurante carrera de Le Clézio empieza con Le procès verbal, novela que le valió el premio Renaudot de 1964,
cuando solo contaba 23 años en su documento de identidad. Sin embargo, este
paso por la escuela objetivista de la Nouveau roman comporta en México, durante
los setenta, una ampliación del abanico de posibilidades con algo que le
emparenta nuevamente con Griezmann: la lengua castellana y la América Latina.
El delantero francés jugó siempre en España y adquirió el castellano y hábitos
rioplatenses como el mate, la cumbia y ciertas elevadas dosis de talento en el
lenguaje del improperio. Le Clézio fue manifestando, no solo tendencias
clasicistas o de ruptura dentro del ámbito occidental, sino que se adentró en
el estudio de la vida precolombina de México, Panamá y el Perú. La aparición de
estos valores introdujo derroteros nuevos en la obra del francés, verbigracia,
la arqueología, las migraciones, el choque de civilizaciones, la ecología y el
desencanto frente a la monstruosidad urbana, entre otras.
Entrevistado en 2007 por el escritor argentino Martín Kohan, Le Clézio
señalaba “Lo que primero me atrajo del mundo amerindio fue sobre todo del orden
de la emoción estética: la estatuaria azteca, las pinturas del cuerpo humano, y
sin duda la admiración que se puede experimentar al encontrarse con un arte en
el que el ego no es predominante”. Después continuarían sus rachas goleadoras
en México, donde dedicaría parte de su obra a grandes figuras del país: el
libro de ensayos El sueño mexicano o el
pensamiento interrumpido (1988), la biografía Diego et Frida (1993), la novela Ourania (2006), releyendo a Tomás Moro y a Juan Rulfo, o las
traducciones que hiciese de textos fundamentales de la cultura indígena como el
Chilam Balam y Las relaciones de Michoacán.
En suma, con Le Clézio, como con Griezmann, asistimos a las múltiples
capacidades de un delantero estrella, cuyo arsenal de definiciones está cargado
de las más amplias consideraciones técnicas, posibilidades temáticas, enganches
de las lenguas, desmarques de las defensas occidentales y, sin ninguna duda,
presenciamos a un jugador cuyas maneras están profundamente marcadas por la
historia de América Latina, y a un escritor que, aunque criado en las canchas
europeas, tira diagonales que conectan lo amerindio con la insoslayable
tradición literaria y anota goles de las más elevadas facturas que se hayan
conocido en las últimas décadas.